La Conexión es una memoria político-ancestral, una reflexión sobre el doble discurso que habita en la fotografía. Por un lado, nos hace creer que en ella podemos recuperar el acto, el sujeto, el pasado. Por otro, nos recuerda que nunca lo devuelve: al contrario, constituye la prueba de su pérdida. En el mejor de los casos, se metamorfosea.
Reconocer mi genealogía familiar transforma mi subjetividad fotográfica. Por eso no hago imágenes para recordar, sino para seguir viviendo.
La Conexión nace del deseo de recuperar el retrato que nunca pude realizarle a mi abuelo Bruno Martínez. En ese gesto se produce un cruce entre su historia y mi vida personal. Objetos que le pertenecieron, espacios de la casa, paisajes que habitó y fotografías extraídas del álbum familiar —reinterpretados en nuevas imágenes— buscan evocar la ausencia de su figura.